jueves, 16 de abril de 2009

Estados de ánimos

Estados de depresión y soledad eran fiel compañía en un espacio donde el porque no existía o mejor aún no tenía respuesta, flotar y brillar por luz propia era el requisito número uno para una época inexistente, una rutina sin cara, ni gestos y muchos menos sin lugar eran su entorno.

Cuatro paredes que revertían su silencio y estrangulaban los gritos de un alma sin voz, era el preludio de una faena que estaba por comenzar, lánguida, turbia, y escasa de libertad, era un pozo sin fondo que consumía su ser, sus deseos y sus primarias necesidades, y su cuerpo trémulo, ávido, deseoso, marchito antes de florecer yacía inerte a la deriva del camino.

Y para que soñar, si la ventana del ensueño estaba herméticamente cerrada, y los rayos del sol, dilatados sobre un punto muy cercano del olvido.

Que sensación tan absurda, que espacio tan reducido a donde había tanto surcos por sembrar, tantas ideas por tejer y tantos sueños por hilvanar, y todo se recogió allí, se encogió y se fracturó para siempre un cúmulo de ilusiones, de fantasías, y de amaneceres... y se enclavó en el tiempo algo así como un aviso de que todo en adelante, sería remoto, fortuito, somero y distante...

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